martes, 6 de abril de 2010

“Dimbas y Jestas”. Los ladrones que acompañan la Semana Santa
Los atracos son un trabajo sin día libre
Sábado Santo, tiempo de reflexión, pero al parecer no para todos

Por: Marilyn Celis
Sábado 7:00 de la noche; un día no tan normal por ser Semana Santa, en el mes de abril de 2010. La gente va caminando hacia las capillas e iglesias de Galicia, La Estancia y Perdomo, barrios de gente común en el sur de Bogotá. En medio del silencio por la muerte de Nuestro Señor: Jesús, y la visita de su sepulcro, la cotidianidad no es tan anormal, pues los trabajadores de la noche no interrumpen ni por un segundo su labor.

La noche es fría, oscura, tranquila, pero algo pasa en el barrio Galicia. Una pareja sale a caminar, cogidos de la mano y con el pensamiento de santidad, “pues a pesar de los últimas noticias del papado y de quienes lo conforman” el tabú: de lo sagrado persiste, qué más da antes no se podía ni jugar, ni hablar ni respirar- dice Luz Marina, una mujer de 47 años de la época de los sesenta o setenta.

Pues la pareja sin ninguna inhibición, se abrazan en medio de las viejas que se persignan como si vieran al propio Satanás. Se sientan en un parque, no muy alejado de los apartamentos muy característicos del lugar, las llantas de colores incrustadas en la tierra fueron un mueble decorativo para la pareja. La forma como interactuaban demostraba el afecto que se tienen desde hace un año y meses.

Él tiene la apariencia de un hombre de 24 años de edad, con una complexión gruesa, estatura promedio, ojos oscuros y pelo negro, aunque tan corto estilo militar. Ella tan solo con 20 años edad, a comparación de él es menuda, que con el frío tirita, se acomoda de tal forma que él la acoja en sus brazos. Está de pie frente a él, mientras la llanta color azul le sirve de asiento, el lugar de pronto se vuelve más silencioso y oscuro.

De pronto como a las 8:30 de la noche, un hombre por la espalda los ataca, con un cuchillo y como antes le dirían al objeto: peinilla. La joven lo ve llegar y antes de que se abalance hacia su novio, lo toma de la chaqueta y lo jala hacia ella. El hombre que es un ladrón evidentemente engancha al muchacho y como un instinto por ver el arma blanca a su espalda, se tumba al piso, lo toma de las muñecas y lucha a pesar de que el ladrón es de complexión delgada.

El hombre en medio del shock, le pide el celular, el joven le pide que lo suelte que se tranquilice. Su mano se dirige a su bolsillo y saca un Motorola de los que le dirían flecha y después se dirige a ella: que su mente está dispersa pues piensa que es una pesadilla, y le pide el suyo; ella de lo asustada no recuerda dónde lo puso, pero se lo da finalmente.

La gente no hizo nada después del hecho, la Policía paso cinco minutos antes del atraco, todo fue premeditado, y la gente viendo en sus casas la falsa realidad que muestra la iglesia.

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